Funcionamiento del entendimiento humano
Tomás de Aquino afirma la inmaterialidad del conocimiento y del alma, es decir, el entendimiento tiene por objeto el ser de todo lo real, sin limitación.
Sin embargo, en el Ser Humano el entendimiento está vinculado necesariamente al cuerpo, a los órganos de conocimiento de éste, es decir, a los sentidos. Así, el entendimiento humano solo puede tener como objeto el ser de las realidades materiales sensibles y no todo lo real.
Esta forma de entender el conocimiento es consecuencia de la concepción general que sobre el hombre tiene Tomás de Aquino. Santo Tomás comparte con Aristóteles la idea de que el hombre es una unión sustancial de cuerpo y alma. Cuerpo y alma son dos sustancias diferentes pero inseparables. Esta concepción proviene de la tesis aristotélica del Hilemorfismo que considera que todo ente (ser) está compuesto de materia (Hylé) y forma (Morphé). Aplicada al ser humano la materia correspondería al cuerpo y la forma al alma.
La vinculación entre entendimiento y cuerpo (sentidos) impone que el conocimiento empiece por lo sensible. Los conceptos (universales) se elaborarán a partir de los datos aportados por los sentidos.
Pero entonces, ¿cómo es posible el conocimiento intelectual (racional)?¿Cómo se pasa de lo sensible a los conceptos? Los conceptos y las percepciones sensibles son realidades muy diferentes. Los conceptos son universales. Por ejemplo: el concepto ser Humano, que podríamos definir como animal inteligente, libre, etc., no se refiere a un individuo concreto y es válido para todos los humanos, en ese sentido decimos que es universal. Al contrario, las percepciones no son universales, sino particulares. No percibimos al ser humano, sino a un ser humano en concreto.
Entonces, ¿cómo pasamos de la individualidad de las percepciones sensibles a la universalidad de los conceptos? La respuesta de Tomás de Aquino se resume en una palabra: Abstracción. Es la capacidad que tiene el entendimiento humano de extraer conceptos a partir de los datos sensibles. Santo Tomás reconoce en el hombre una doble capacidad:
Capacidad de universalizar, es decir, la función abstractiva, a la que llama Entendimiento Agente.
Capacidad de conocer universales, es decir, la función cognoscitiva a la que denomina Entendimiento Posible.
Podemos reconstruir el proceso de conocimiento de los conceptos universales del siguiente modo: Las percepciones captadas por los sentidos dejan en la memoria una imagen particular. El Entendimiento Agente actúa sobre estas imágenes despojándolas de sus elementos individuales hasta que no queda nada en ello de particular, se convierte en un concepto universal. Sobre este universal actúa la segunda capacidad (Entendimiento Posible) conociéndolo.
El conocimiento, propiamente dicho, es el conocimiento de los universales. De los datos sensibles no se puede decir que tengamos conocimiento, sino percepción. Lo referido a las imágenes de nuestra memoria es la imaginación, no el entendimiento.
Relaciones entre Razón y Fe
El edificio del conocimiento, como hemos comprobado antes, debe comenzarse desde abajo. Desde los sensible hacia lo inteligible.
Pero, ¿podremos obtener, entonces, un conocimiento completo de las realidades inteligibles que están más allá de lo sensible? La respuesta de Tomás de Aquino es: no. El conocimiento de las realidades superiores al que podemos aspirar a través de nuestro conocimiento es limitado. Nuestro conocimiento, al estar vinculado necesariamente a los sentidos y partir de ellos, está imposibilitado de alcanzar el conocimiento perfecto de lo inmaterial. Tomemos como ejemplo a Dios, la más importante de las realidades suprasensibles. Pues bien, la razón humana jamás podrá alcanzar un conocimiento completo y perfecto de Dios. Nuestro conocimiento racional de Dios será siempre imperfecto, incompleto y analógico. Con analógico se refiere a que el conocimiento que tengamos de Dios lo obtendremos por la analogía que descubrimos entre las cosas de este mundo y su causa, Dios. Es decir, contemplando las cosas de este mundo (lo creado) podremos conocer algo, por similitud, de Dios (el creador). Conocemos al creador a partir de lo creado.
No obstante, Santo Tomás cree que podemos conocer a Dios y las realidades superiores completa y perfectamente, por supuesto, no a través de la razón, sino de otra forma de conocimiento de que disponemos los humanos: la Fe.
La Fe es capaz de conocer más allá de los límites de la razón. A través de la revelación (información transmitida directamente por Dios a los hombres) la Fe aporta al hombre un conocimiento que no puede alcanzar con la razón.
Fe y Razón son dos formas de conocimiento distintas pero que, sin embargo, tienen algunos puntos en común. Ambas se preocupan de explicar a Dios, el alma, y el mundo.
La concepción de Tomás de Aquino sobre esta relación es positiva. En la época de nuestro autor se ha desató una enorme polémica sobre esta cuestión. Se dieron posturas completamente enfrentadas: desde los que sometían a la razón como herramienta de la Fe, hasta los que proclaman la contradicción entre Razón y Fe.
Santo Tomás considera que Razón y Fe pueden y deben colaborar mutuamente:
La razón puede ayudar a la Fe:
- Aportándole procedimientos de ordenación racional-científica (sistema de proposiciones).
- Adiestrándola en el uso de armas dialécticas para enfrentarse a afirmaciones contrarias a la Fe (herejías y otras religiones).
- Entregándole los datos de la ciencia que apoyen y expliquen artículos de la Fe.
La Fe, a su vez, ayuda a la Razón de la siguiente manera:
- Sirve de norma a la Razón. Si los resultados de la investigación racional son contrarios a la Fe, la razón sabrá que está equivocada. Es decir, la Fe aporta a la Razón un criterio de verdad. Se trata de un criterio extrínseco (exterior a la propia Razón) y negativo, es decir, no le dice lo que está bien, sino lo que está mal.
De todas maneras, Santo Tomás piensa que es imposible la contrariedad entre Razón y Fe, y si la hay es por error nuestro. Fe y Razón deben coincidir necesariamente porque ambas provienen de la misma fuente. Las verdades de la Fe son reveladas al hombre por el mismo Dios. La Razón, por su parte, es un don entregado al hombre por su creador, Dios. Es imposible, por tanto, que Dios nos diga una cosa con la Razón y otra distinta a través la Fe. Ambas deben coincidir.
Tomás de Aquino afirma la inmaterialidad del conocimiento y del alma, es decir, el entendimiento tiene por objeto el ser de todo lo real, sin limitación.
Sin embargo, en el Ser Humano el entendimiento está vinculado necesariamente al cuerpo, a los órganos de conocimiento de éste, es decir, a los sentidos. Así, el entendimiento humano solo puede tener como objeto el ser de las realidades materiales sensibles y no todo lo real.
Esta forma de entender el conocimiento es consecuencia de la concepción general que sobre el hombre tiene Tomás de Aquino. Santo Tomás comparte con Aristóteles la idea de que el hombre es una unión sustancial de cuerpo y alma. Cuerpo y alma son dos sustancias diferentes pero inseparables. Esta concepción proviene de la tesis aristotélica del Hilemorfismo que considera que todo ente (ser) está compuesto de materia (Hylé) y forma (Morphé). Aplicada al ser humano la materia correspondería al cuerpo y la forma al alma.
La vinculación entre entendimiento y cuerpo (sentidos) impone que el conocimiento empiece por lo sensible. Los conceptos (universales) se elaborarán a partir de los datos aportados por los sentidos.
Pero entonces, ¿cómo es posible el conocimiento intelectual (racional)?¿Cómo se pasa de lo sensible a los conceptos? Los conceptos y las percepciones sensibles son realidades muy diferentes. Los conceptos son universales. Por ejemplo: el concepto ser Humano, que podríamos definir como animal inteligente, libre, etc., no se refiere a un individuo concreto y es válido para todos los humanos, en ese sentido decimos que es universal. Al contrario, las percepciones no son universales, sino particulares. No percibimos al ser humano, sino a un ser humano en concreto.
Entonces, ¿cómo pasamos de la individualidad de las percepciones sensibles a la universalidad de los conceptos? La respuesta de Tomás de Aquino se resume en una palabra: Abstracción. Es la capacidad que tiene el entendimiento humano de extraer conceptos a partir de los datos sensibles. Santo Tomás reconoce en el hombre una doble capacidad:
Capacidad de universalizar, es decir, la función abstractiva, a la que llama Entendimiento Agente.
Capacidad de conocer universales, es decir, la función cognoscitiva a la que denomina Entendimiento Posible.
Podemos reconstruir el proceso de conocimiento de los conceptos universales del siguiente modo: Las percepciones captadas por los sentidos dejan en la memoria una imagen particular. El Entendimiento Agente actúa sobre estas imágenes despojándolas de sus elementos individuales hasta que no queda nada en ello de particular, se convierte en un concepto universal. Sobre este universal actúa la segunda capacidad (Entendimiento Posible) conociéndolo.
El conocimiento, propiamente dicho, es el conocimiento de los universales. De los datos sensibles no se puede decir que tengamos conocimiento, sino percepción. Lo referido a las imágenes de nuestra memoria es la imaginación, no el entendimiento.
Relaciones entre Razón y Fe
El edificio del conocimiento, como hemos comprobado antes, debe comenzarse desde abajo. Desde los sensible hacia lo inteligible.
Pero, ¿podremos obtener, entonces, un conocimiento completo de las realidades inteligibles que están más allá de lo sensible? La respuesta de Tomás de Aquino es: no. El conocimiento de las realidades superiores al que podemos aspirar a través de nuestro conocimiento es limitado. Nuestro conocimiento, al estar vinculado necesariamente a los sentidos y partir de ellos, está imposibilitado de alcanzar el conocimiento perfecto de lo inmaterial. Tomemos como ejemplo a Dios, la más importante de las realidades suprasensibles. Pues bien, la razón humana jamás podrá alcanzar un conocimiento completo y perfecto de Dios. Nuestro conocimiento racional de Dios será siempre imperfecto, incompleto y analógico. Con analógico se refiere a que el conocimiento que tengamos de Dios lo obtendremos por la analogía que descubrimos entre las cosas de este mundo y su causa, Dios. Es decir, contemplando las cosas de este mundo (lo creado) podremos conocer algo, por similitud, de Dios (el creador). Conocemos al creador a partir de lo creado.
No obstante, Santo Tomás cree que podemos conocer a Dios y las realidades superiores completa y perfectamente, por supuesto, no a través de la razón, sino de otra forma de conocimiento de que disponemos los humanos: la Fe.
La Fe es capaz de conocer más allá de los límites de la razón. A través de la revelación (información transmitida directamente por Dios a los hombres) la Fe aporta al hombre un conocimiento que no puede alcanzar con la razón.
Fe y Razón son dos formas de conocimiento distintas pero que, sin embargo, tienen algunos puntos en común. Ambas se preocupan de explicar a Dios, el alma, y el mundo.
La concepción de Tomás de Aquino sobre esta relación es positiva. En la época de nuestro autor se ha desató una enorme polémica sobre esta cuestión. Se dieron posturas completamente enfrentadas: desde los que sometían a la razón como herramienta de la Fe, hasta los que proclaman la contradicción entre Razón y Fe.
Santo Tomás considera que Razón y Fe pueden y deben colaborar mutuamente:
La razón puede ayudar a la Fe:
- Aportándole procedimientos de ordenación racional-científica (sistema de proposiciones).
- Adiestrándola en el uso de armas dialécticas para enfrentarse a afirmaciones contrarias a la Fe (herejías y otras religiones).
- Entregándole los datos de la ciencia que apoyen y expliquen artículos de la Fe.
La Fe, a su vez, ayuda a la Razón de la siguiente manera:
- Sirve de norma a la Razón. Si los resultados de la investigación racional son contrarios a la Fe, la razón sabrá que está equivocada. Es decir, la Fe aporta a la Razón un criterio de verdad. Se trata de un criterio extrínseco (exterior a la propia Razón) y negativo, es decir, no le dice lo que está bien, sino lo que está mal.
De todas maneras, Santo Tomás piensa que es imposible la contrariedad entre Razón y Fe, y si la hay es por error nuestro. Fe y Razón deben coincidir necesariamente porque ambas provienen de la misma fuente. Las verdades de la Fe son reveladas al hombre por el mismo Dios. La Razón, por su parte, es un don entregado al hombre por su creador, Dios. Es imposible, por tanto, que Dios nos diga una cosa con la Razón y otra distinta a través la Fe. Ambas deben coincidir.
Conocimiento de Dios (Cinco Vías)
Tomás de Aquino considera que una de las tareas fundamentales de la Razón es la demostración de la existencia de Dios. A través de la Razón podremos saber de su existencia, que no es lo mismo que conocerlo completamente.
Como ya sabemos, nuestro conocimiento, según Santo Tomás, comienza por lo sensible. Por tanto, las pruebas de la existencia de Dios también deberán partir de datos aportados por los sentidos.
El filósofo dominico descubre en la naturaleza cinco datos cuya explicación exige la existencia de Dios. Estos datos de la naturaleza se convierten en vías para la demostración de la existencia de Dios.
Las Cinco Vías de Santo Tomás comparten la misma estructura que podemos ordenar en cuatro fases:
- Se parte de un hecho observado en la naturaleza.
- Se le aplica el Principio de Causalidad.
- Se hace ver la imposibilidad de una serie infinita de causas.
- Afirmación de Dios como primera causa.
Las Cinco Vías son las siguientes:
Vía del Movimiento: El movimiento es un hecho de la naturaleza. Observamos también que todo lo que se mueve, tiene su causa en otro (es movido por otro). Sin embargo, si aplicásemos esto infinitamente no podríamos dar razón del movimiento actual, se requiere un primer motor (inmóvil, sino no sería el primer motor) que explique todos los movimientos posteriores. Ese primer motor, que mueve sin ser movido, es identificado por Tomás de Aquino con Dios.
Vía de la Causa: en la naturaleza contemplamos continuamente la relación causa-efecto, es decir, que una cosa (causa) da lugar a otra (efecto). No apreciamos en la naturaleza nada que sea causa de si mismo. Todos los efectos tienen una causa que, a su vez, ha sido causada por otra. Sin embargo, si llevamos este planteamiento al infinito no podremos explicar los efectos que ahora observamos. Se requiere una primera causa que de razón de todas las demás causas y efectos. Esa Primera Causa, causa de sí misma (si no, no sería la primera), solo puede ser Dios.
Vía de la Contingencia: En la naturaleza contemplamos por doquier seres contingentes, es decir, seres que pueden existir o no, sometidos al nacimiento y la muerte. Estos seres contingentes, ya que en algún momento no existieron, no pueden ser causa de sí mismos. La existencia les vino de otro ser, que no puede ser contingente (si no la existencia también le vendría de otro), sino necesario. El único ser necesario es Dios.
Vía de la Perfección: en los hechos de la naturaleza encontramos verdad, bondad, nobleza en distintos grados (en algunos más en otros menos). Ahora bien, el más y el menos toman su sentido comparándolos con el máximo. No puede existir una cadena infinita de “mases” tiene que existir un máximo que, a su vez, da sentido a todos los demás grados. El máximo de todas las perfecciones, y causa de las que encontremos en la naturaleza, es Dios.
Vía del Orden o de la Causa Final: En la naturaleza observamos como todas las cosas se mueven hacia algo que es un bien para ellas, persiguen su perfección. Ahora bien, como es posible que las cosas que carecen de inteligencia se conduzcan de esta manera. La única explicación posible es que una inteligencia superior las ordene hacia su perfección. Esta inteligencia, que dirige todas las cosas, es Dios.
De esta forma, partiendo de los seres del mundo, considerados como efectos, llega Santo Tomás, hasta Dios entendido como Causa.
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